viernes, 13 de diciembre de 2013

DON QUIJOTE MOTERO

Quiero con esto comenzar una serie de referencias a personajes que aparecen en la historia y en la literatura que, aunque en apariencia no parecen guardar relación con nuestro mundo motero, sí que podemos hallar en ellos rasgos comunes con los nuestros. Empiezo con Don Quijote. Os pongo trozos del pasaje de su primera salida y vais a alucinar.


En efeto, rematado ya su juicio, vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo; y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra  (conceptos como honor, honra y valentia, tan arraigados en la kultura kustom) como para el servicio de su república, hacerse caballero andante (lease motero), y irse por todo el mundo con sus armas y caballo (con su moto y su chupa, chaleco...) a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, (...)


Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas (botas, casco, guantes...) que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo, (...)


Fue luego a ver su rocín ( moto), y, aunque tenía más cuartos que un real y más tachas que el caballo de Gonela, que tantum pellis et ossa fuit, (vamos, que la moto estaba más oxidada que una tubería vieja y perdía más aceite que el capullo ese de tele5) . Le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría(a ver, ¿Quién de vosotros no le ha puesto nombre a la moto?); porque, según se decía él a sí mesmo, no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido; (...) como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio que ya profesaba. Y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación, al fin le vino a llamar Rocinante: nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo.


Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo (¿Qué motero no tiene un mote?, valga el juego de palabras), y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar don Quijote; (...) Pero, acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse Amadís a secas, sino que añadió el nombre de su reino y patria (Los moteros identificamos nuestro motoclub, peña, etc con un territorio. P.e: Alkornomotos-Zahinos), por Hepila famosa, y se llamó Amadís de Gaula, así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse don Quijote de la Mancha, con que, a su parecer, declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.


Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo, se dio a entender que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse; porque el caballero andante sin amores era á[r]bol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma. Decíase él a [sí]:
Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efeto su pensamiento, (...) Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y, por la puerta falsa de un corral, salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo (¿Quien no siente una punzada de emoción y de libertad cuando salimos con nuestras “burras” a rodar?). Mas, apenas se vio en el campo, cuando le asaltó un pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a la memoria que no era armado caballero (es un prospect, necesita un motoclub que lo legitime para sentir que forma parte de un grupo), y que, conforme a ley de caballería, ni podía ni debía tomar armas con ningún caballero; y, puesto que lo fuera, había de llevar armas blancas, como novel caballero, sin empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la ganase (Es la misma parafernalia que en el motoclub, no llevas el parche completo hasta que has pasado todos los escalafones). Estos pensamientos le hicieron titubear en su propósito; mas, pudiendo más su locura que otra razón alguna, propuso de hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían.(...) y con esto se quietó y prosiguió su camino, sin llevar otro que aquel que su caballo quería, creyendo que en aquello consistía la fuerza de las aventuras (¿Cuantas veces hemos salido de casa sin rumbo fijo y dejando que la moto nos lleve?).


(...)


Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo, y en la casa de don Quijote, la cual halló toda alborotada; y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de don Quijote, que estaba diciéndoles su ama a voces:
–¿Qué le parece a vuestra merced, señor licenciado Pero Pérez –que así se llamaba el cura–, de la desgracia de mi señor? Tres días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza ni las armas. (...)estos malditos libros de caballerías que él tiene y suele leer tan de ordinario le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces, hablando entre sí, que quería hacerse caballero andante e irse a buscar las aventuras por esos mundos.(...)
La sobrina decía lo mesmo, y aun decía más:
–(...) Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que lo remediaran antes de llegar a lo que ha llegado(...)
Esto digo yo también –dijo el cura–, y a fee que no se pase el día de mañana sin que dellos no se haga acto público y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho. (los más allegados le tachan de loco, no entienden su pasión y su necesidad de salir a rodar, a descubrir caminos o a jugársela en cada curva)